Metachamanismo: los enteógenos desde el prisma del budismo tibetano

Los psicodélicos han estado en boga en Occidente al menos desde la década de los
1960. Sin embargo, inicialmente su uso no era verdaderamente liberador. Los hippies
buscaban pasajeras experiencias trascendentes que no se lograba integrar en la
experiencia ordinaria de los individuos. Otros buscaron aprender cómo usarlas en el
mal llamado “chamanismo” de varias regiones de las Américas, pero ahí se parte del
axioma según el cual la realidad a la que se accede en las sesiones “chamánicas” es la
verdadera realidad, mientras que la realidad ordinaria es una realidad ilusoria. Por
tanto, se corre el riesgo de ponerse en manos de seres cuyos caprichos pueden ser
impredecibles.
Actualmente, se desarrolla un tercer enfoque que pretende usar los psicodélicos como
ayuda en la psicoterapia. Este enfoque ha demostrado dar muy buenos resultados en
el nivel relativo, pero no está centrado en lograr la trascendencia, y, con ello, liberarse
de toda influencia determinante: tanto de la realidad ordinaria como de la chamánica.
El enfoque que llamo “metachamánico” puede ser ilustrado por la práctica tibetana del
chö (gcod): el practicante induce en su experiencia visiones de los seres que habitan el
ultramundo para ofrecerles el propio cuerpo como alimento y así desencadenar una
experiencia de terror absoluto. Entonces, en el cénit de esta experiencia, se aplica una
forma de mirar la mente que permite que, si el practicante tiene la capacidad
adecuada y recibe las bendiciones de nuestra verdadera naturaleza, las visiones se
disuelvan instantáneamente, haciéndose evidente que ni la realidad “chamánica” ni la
ordinaria son objetivas o absolutas. Cada vez que ellas se disuelven, el practicante se
libera temporalmente del condicionamiento por ambas realidades —la “chamánica” y
la ordinaria— y, a la larga, la repetición constante de esa disolución va neutralizando la
propensión a tomar cualquiera de esas realidades como absolutamente verdadera y
substancial.